Tu silencio me sabe tan amargo
y es tan acre, tan gris, tan penumbroso
que, de veras, resulta doloroso,
ofensivo, perverso y, sin embargo
mira qué bueno soy que en tu descargo,
lo quisiera entender como un reposo
que te tomas, tal vez; pero es odioso
y es terrible, terriblemente largo.
¿Qué sucede contigo pues? ¿dónde andas?
Ya ni el viento de ti me da noticia,
ya perdí de tu voz el dulce acento.
Mira cuánto mi oído desperdicia
que por más que lo tengo siempre atento,
ni siquiera una sílaba me mandas.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC