Duerme, mujer de azaleas de añil.
La noche está afuera, lejana y tenue.
Los barcos son devorados por el telón de estrellas
que cubre el estrecho.
No hay vigías, no hay faros.
No hay luciérnagas, no hay luna.
El negro mar está quieto.
No puede perturbarte.
Duerme, mujer, duerme.
Estoy aquí para custodiar tus ojos que descansan.
Estoy aquí, con mis dedos rozando el perfume de tu cuerpo.
La música y el libro esperan por ti.
Para cuando despiertes, mujer, cuando despiertes...
Juan José Mestre.
Argentina
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