En la soledad de mi alcoba
los recuerdos llaman a la puerta
y sin abrir se presentan, y tú,
escondida entre ellos, sigilosa entras.
Y cierro los ojos en un loco intento
de borrar tu imagen y no verte más,
pero es en vano, es como cerrarlos
queriendo escapar de la oscuridad.
Me llevan los recuerdos en un ritmo frenético
y me abandonan en un paraje incierto;
sin aliento, sin más esperanzas,
de pronto, entre en cuenta, que ya estaba muerto.
A pesar que de tus brazos me alejé
en mi pecho el dolor sigue latente
y aunque quiera negarlo descubrí
que morir para olvidar no es suficiente.