Meditando, meditando
la musa se me despierta,
lo primero que me viene
es tu rostro angelical,
con tu iris que es verdoso
y tu piel caramelada
tan dulce como la miel,
tan suave como la espuma.
Te recorro suavemente
de los pies a la cabeza,
me detengo en el camino
pensando con travesura,
con picardía infantil
la mas rica fantasía
dejando rozar mi mano
por tu suave aureola,
con mis palmas arropando
las brumas que allí están,
luego mis labios también
se incorporan a la escena
y se topan con los tuyos;
pasando a una realidad,
friccionando ambos polos
¡Que enciende fuego carnal! Laureano Marcano.