Los árboles sin fuerzas extienden en la sombras
sus brazos deprimentes y lánguidos. Las flores
perdieron ya su esencia, su aroma, su color
y tú ya no me quieres y tú ya no me nombras
y toda mi ternura se llena de dolor.
El mar salió de cauce. Sus olas rebasaron
las playas y anegaron de luto la ciudad.
El sol apenas luce su brillo mortecino
y aquellas dulces aves, aquellas que volaron
dejaron ya su vuelo cansado y vespertino.
No vuelan ya los pájaros. No cantan ya las aves.
Los niños no se alegran, las madres no sonríen.
Mi corazón apenas proclama su verdad.
Los pasos se me niegan y ya quemé las naves
reflejos de cenizas de mi honda soledad.
Jamás me vi más solo. Jamás me vi más triste.
Murieron mis suspiros al ritmo de la luz
y todos mis sollozos en lágrimas trocaron
desde el aciago día en el que tú te fuiste
y en una cruz sin Cristo mis sueños se quedaron.
Hoy quedan mis palabras heridas, desvalidas,
sin eco, sin respuesta, sin vida, sin amor.
Mis sentimientos saben a hiel, a náusea pura,
a manos fatigadas por el dolor ungidas
desde que tu te fuiste para mi desventura.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC