"DESENCANTO"
Cuanto más la amaba,
cuando más sentía
cuánto, cuánto, cuánto
por su amor sufría;
cuando todo, todo
lo que le decía
era más profundo
que mi fantasía.
Cuando día a día
la melancolía,
una nueva herida
por su amor me abría.
Cuando más seguro
de su amor vivía
y sus dulces ojos
-eso parecía-
también asilaban
con coquetería
un amor sincero
que también crecía.
Cuando sus miradas
eran garantía
de la gran ternura
que la poseía.
Cuando la caricia
ella me ofrecía
de su voz de niña
que me enloquecía,
voz tan semejante
a una sinfonía;
un tangible timbre
de cristalería.
Cuando a cada encuentro
se desvanecía
la tristeza amarga
de su ausencia fría...
Cuando nunca, nunca
se me ocurriría
que ella me dejara,
que abandonaría
nuestros mutuos sueños
que el amor tejía.
Cuando ya orgulloso
de que fuera mía,
nada me faltaba,
todo lo tenía
y ella era mi historia,
mi luz y mi guía.
Cuando tarde a tarde
yo me dirigía
a la solitaria
capillita umbría
y me arrodillaba
porque me sentía
tan enamorado
que mi pecho ardía
tan candentemente
como la bujía
que devotamente
siempre le encendía
a la Reina y Madre,
la Virgen María
y le daba gracias
hilando alegría
con sollozos plenos
de cardiopatía.
A ella, a la Virgen,
yo le agradecía
el amor intenso
que de mí fluía.
Cuando más la amaba,
cuando el sol lucía
sus brillantes rayos
en el mediodía;
cuando el cielo estaba
limpio y se veía
todo el horizonte
que me sonreía.
Llegó de repente
horrenda agonía;
se coló en mi sangre
y destrozaría
mis más caros sueños
y congelaría
todos los embates
de mi infantería.
La mujer más bella
que yo conocía
y a quien más amaba:
la que bien sabía
cuánto, cuánto, cuánto
por su amor sufría,
me dejó de golpe...
ya no me quería.
La ilusión de mi alma
se derrumbaría
y a mis sentimientos
los agitaría.
No me atrevo, es obvio,
ni me atrevería,
porque solamente
se acrecentaría
mi dolor intenso,
mi atroz agonía...
no me atrevo, digo,
ni describiría
algo tan terrible
en mi poesía.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC (Derechos Reservados)