Aquella mañana, mi amor posó en tu pecho,
apartaste, dulcemente, su pose de tu alma.
e impulsado se alejó el amor mío desecho.
Pero el diablo, nunca se apodero de mi calma.
Mas días después, en la noche, me alentaba
un ángel tan lúcido, y adentróse en mi ser.
Visitamos tu alma, entonces algo te indicaba
y en tu corazón desde ese día amor vi crecer.
En libertad tu naturaleza empezó amarme,
el son de amarnos milagrosamente es realidad.
Soy feliz pues al fin pudiste escucharme,
me convertiste en hombre que vive de verdad.
En tu persona hallé razón para vivir ideales,
mis manos ya nos profanos al acariciarte,
el amor y el corazón es de amantes normales.
Ya siento toda tu sensual belleza al besarte.
Autor: Alcibíades Noceda Medina