Quedo aún en el tiempo que me amaste,
estás en el mar de mi pensamiento
con renovado afán das tu sentimiento
con pureza de amar mi mundo ganaste.
Nadie sabe por qué quedé atado en tu hora,
transeúnte juzga; se rindió el peregrino,
solo qué, no ando solitario el camino,
es de ayer la distancia opresora.
Un día abrí los ojos y hallé ternura,
bajé la mirada y me diste dulzura,
ya nada busqué, hallé todos en una,
entonces supe qué tan suave es tu piel
y cuán dulces son tus labios de miel,
hallé en la tierra sin buscar en la luna.
Autor: Alcibíades Noceda Medina