He dedicado mi vida,
toda una vida completa,
a conjugar el verbo AMAR
en sus veinte mil facetas:
He amado profundamente
la vida, con emoción;
y he amado con devoción
a mi Dios, eternamente.
Amo con tierno celo
a mi país y mi ciudad:
cada calle, cada esquina,
cada fachada y balcón
están en mi corazón
con un cariño vehemente.
Aún conservo en la memoria
a mis padres con amor,
y con amorosa euforia
guardo aún en mi interior,
como un preciado tesoro,
mis sueños de adolescente.
No obstante, de mis amores,
de entre todos mis quereres,
tienen lugar especial,
los más vívidos colores,
las pasiones más fervientes,
aquellos tiernos amores
que despertaron en mi
los ángeles seductores
a los que llamamos ¡mujeres!
Mujeres que, poco a poco,
a lo largo de esta vida
han sembrado su ternura,
su femenina hermosura
en mis románticos jardines,
floreciendo en sus confines
el amor cual llama viva
de celestiales fulgores.
¡Son mis más grandes amores
las damas, por su dulzura!-
Eduardo Ritter Bonilla.