Liturgia de los Espejos Vacíos

Celebran los necios su carnaval de sordos,
donde el eco repite lo que nadie ha pensado.
Tejen coronas de humo con risas prestadas,
y besan al fantasma que llaman los otros.

Su dios es el reflejo en pupilas ajenas,
su comunión: el vino sin dueño en las copas.
Cambian sustantivos por monedas de brillo,
mientras el alma olvida su dialecto antiguo.

¿No ves sus danzas de máscaras descongeladas?
Coreografían mitos que ni ellos comprenden.
Cada apretón de manos es fuga hacia la nada,
cada abrazo, un nudo que el vacío sostiene.

Yo he visto a los sabios morder fruta en silencio,
tejer telares con hilos de insomnio y lucidez.
Prefieren la cicatriz que la máscara intacta,
el vino agrio del ser al champagne de la grey.

Maldigo la mentira que llaman convivencia:
ese teatro donde todos mienten al unísono.
La verdadera palabra nace en cuevas de hueso,
no en labios que repiten himnos del miedo absorto.

Dejad que los mendigos de aplausos se sacien,
que intercambien sus almas por likes en el altar.
Yo guardo mi silencio como espada desnuda,
y en su filo, el canto de los que supieron volar.