Viene ahora a mi memoria,
una vieja historia,
nacida en la cuna de los indios tuñi;
cuya grandeza aun es recordada,
pues su ciudad era en oro toda forjada,
y ha sido el acicate para la avaricia de muchos.
Dice el relato que existio en los albores de la vida,
cuando recien el gran manitù habia creado al hombre,
un pueblo que diligente cuidaba la obra,
siendo por ello embellecidos y prosperados
con la sabiduria de nuestro amado Dios padre.
Alli vivieron dos jovenes llamados Viento y Lluvia,
que enamorados corrian libres por los bosques;
sin embargo un dia llego a ser su amor tan intenso,
que apartandose de sus deberes para con el gran espiritu, sucumbieron en el mutuo deleite de los goces terrenales,
y fue asi, como apesadumbrado,
Manitu tuvo que imponerles un castigo,
el cual fue que por un tiempo cada cual adoptara,
la sutileza con que sus corazones habian sido creados.
Y es por ello, de esta forma,
que cuando la lluvia llega,
renueva la naturaleza imperecedera
y trae alegria a nuestros corazones;
o cuando depronto,
el viento solano aparece,
disipa consigo todo vestigio del calor que nos abruma,
dulce sensacion que nos sosiega,
o liberta inspiracion,
que a volar raudas junto a el,
a nuestras almas invita.
Sin embargo aveces,
cuando viento encuentra a su amadisima lluvia,
la pasion que su amor desborda,
se eleva hasta los limites del cielo,
convirtiendose en un huracan,
que todo a su paso sucumbe.
Lo cual Manitu ha permitido,
para que comprendamos que todos poseemos esa fuerza, que por amor
podemos hacer de este mundo un paraiso,
o asolarlo hasta las bases de nuestro mas intimo ensueño,
en el cual podemos morir.