Insiste que me amas de verdad, al fin te creo,
hasta me amenazas que ya no te olvidaré,
verdad pues olvidarte es lo menos que deseo,
desde que llegaste a mi vida de nombrarte no paré.
En la noche en mi soledad te busco y te sueño,
mis manos como ciego recorren la cama,
despierto solitario, vencido del inútil empeño,
entonces de mis ojos lágrima se derrama.
Anhelo deslizar en tu cuerpo mis dedos,
palpar tu sexo con delicadeza y sin drama,
y que mi ansiedad se libere sin candado,
que pueda limitar el placer causando trauma.
En realidad quiero libertad para amarte,
liberar el sueño, el hambre y la sed de mi boca,
saciar mi vehemencia en tus labios al besarte,
poseer tus pechos encendidos que pasión provoca.
También imagino tus caricias de honda ternura,
entregándome todo tu escondidos encantos,
mientras me adentro en la cavidad de tu ranura,
ante tu sensual movimiento, al placer me planto.
¿Es prohibida mi esperanza de tenerte entero?
si es así, ya no tengo razón para seguir viviendo,
estos sueños míos, si no se cumplen morir prefiero.
La veda de tu cuerpo es para seguir sufriendo.
Autor: Alcibíades Noceda Medina