Te refugio de mí
en las noches sin luna.
En la distancia blanca
y pueril de mi ausencia.
Te refugio del sol,
de la luz y del agua,
en mi silencio claro,
en mi triste morada.
Te refugio y te cubro
con mi manto de espera,
como arropa el desierto
el calor de la arena.
Te protejo y te abrigo
de la nieve siniestra
como cuida el invierno
a su mejor primavera.
Me preocupo de ti,
de tu sal, de tu tierra,
de tu cielo y tus nubes,
de tu paz, de tus guerras.
Del amor infinito,
del calor y la hoguera,
de los dulces recuerdos
y las viejas promesas.
Te refugio del mundo
con mis manos abiertas,
para sentirte clara,
para tenerte cerca.
Para que me recuerdes
aunque no me haya ido.
Para que me perdones
por dejar que amanezca.
Para que no me olvides;
para que me presientas;
para que me respires;
para amarte sin tregua.