En las noches claras,
inhiesta, muda e inmóvil,
aguardo sosegada
la llegada de la amanecida.
Y contemplo la luna,
las estrellas brillantes,
los cometas que pincelan,
en el lienzo celestial,
brochazos de poesía.
Y una onda peregrina
que conmigo hace corvetas
por entre mi cosmos unilateral.
Son imágenes sin proyecto,
recelosos del mal que le forma
que, les da apariencia de género,
de savia, de tiempo, de Dios.
A veces, anhelo su sabiduría
como a veces, detesto que existan.
Pero, otras veces, yo exijo su justicia,
que el hombre no alcanza a poseer.