A mi amada hija
Desesperé. Esperando, contaba el tiempo.
Mi simiente en mi amada esposa. Continuamente.
Y brotaste al fin. dos. tres. cuatro.
hasta la novena luna.
Llegaste en invierno. Pero lo transformaste
definitivamente, en nuestra primavera.
Blanca, pura. Resultante de nuestra pasión, segura.
Cambiaste nuestra expectativa,
mi vida se encuentra complacida.
En esta realidad de princesa quinceañera,
mi alma está satisfecha y entera.
Y espera que tu felicidad sea eterna,
y se multiplique en progresión infinitamente.
Y es por cual que se apacigua mi ansiedad,
al pensar que comienzas tu destino a forjar.
El querer es posesivo, y sabes, no eres eso para mí,
que perteneces a la vida, pero sí es mi deseo decir
que eres el rayo de sol de la mañana,
que alimenta, que energiza mi jornada. Te adoro. papá Edu