Sin importar que lo intenté
de mil maneras diferentes,
nunca fueron suficientes
mis palabras elocuentes,
mis poemas más fervientes,
y tu amor nunca logré.
Fuiste mi mundo el día de ayer,
mi vida te la ofrecí,
toda mi lucha fue por ti
y en la batalla perdí,
al no poderte convencer.
El adorarte fue un error
y con creces lo pagué;
el no verlo fue lo peor:
me empeciné en ese amor
y en él, amándote, me ahogué.
Ahora que vuelvo la mirada
con la mente despejada
hacia todo lo que sufrí,
he comprendido finalmente
que ese amor tan imprudente
fue un fracaso conveniente,
pues tu no eras para mí.-
Eduardo Ritter Bonilla.