Nunca es eterno el amor
y, sin embargo, me he pasado
no una, sino varias vidas,
buscando con ilusión
revestida de terquedad,
un sublime amor terreno,
un amor puro en verdad;
que me dure eternidades,
para vivir las edades
en dicha a perpetuidad.
Encontrar eterno nido
en unos brazos amorosos
que me cobijen del frío
inclemente de mis fracasos,
hallar una boca tierna
y eternizarme en sus besos
y escuchar, eternamente,
que sus ojos están presos
de mi eterna adoración.
Pues no me basta una vida
para entregar los raudales
de caricias rezagadas
ni los millones de besos
que he acumulado en el alma,
ni el mar de palabras dulces
que le tengo reservadas
a una sola mujer
eternamente esperada.
Aguardaré, varios siglos,
por toda una eternidad
si ello fuera necesario,
para encontrar un amor
que pueda vivir a diario
en un eterno esplendor.
¡Y respirar el mismo aire
y compartir los mismos sueños
y ser nuestros mutuos dueños
sin tiempo ya y sin medida,
hasta saciar, en una vida,
esta infinita sed de amar!-
Eduardo Ritter Bonilla.