¡Qué poco entiende el humano
de las Leyes del Eterno!
Pretende, con necio afán,
dilucidar con su mente,
con el solo pensamiento,
las intrincadas verdades,
las complejas realidades
obscuras al intelecto,
que oculta, en profundidades,
la Ley de CAUSA y EFECTO.
No sospecha el hombre torpe,
cegado por su soberbia,
que existe una realidad
inalterable en su axioma,
que regula los procesos
de los hechos de cada hombre
y sus resultados directos.
Que es inútil intentar
sus esperanzas fincar
en sólo deseos inciertos.
De lo que haces con tu vida
dependerán tus aciertos
y de tus propios errores
cosecharás los horrores
en el futuro, es muy cierto.
No se habla aquí de venganzas,
de castigos, de tormentos,
de sádicas consecuencias
o de injustos sufrimientos.
Lo que en tu vida sembraste
con despreocupado acento
determina la cosecha
que, tarde o temprano, el tiempo
te devolverá con creces
y no lo que tu capricho
desea con ávido aliento.
Si deseas cosechar flores
en tus futuros momentos,
evita sembrar espinas,
y evitarás los lamentos.-