Aquí está la araña
que vino de España:
peluda y tacaña,
comiendo su caña
como una piraña;
tenía una legaña,
padecía migraña,
lucía muy extraña
y, a veces, huraña.
En la casa aledaña
picaba con saña
sin ninguna entraña
(se daba su maña)
su piquete daña
en plena campaña
y su prestigio empaña,
con una patraña
que miente y engaña.
Le inyecta ponzoña
y le pasa la roña.
Le gusta la piña
que come la niña,
su pelo se aliña
aunque se lo tiña,
lo enrede y lo ciña.
Trepa por la peña,
se oculta en la leña
y los dientes enseña
a la oaxaqueña
de origen sureña
que en vano se empeña
en hacer una seña
a la pobre dueña
que en su cama sueña
(también es fuereña)
le jala la greña
y luego, la despeña.
Y frunciendo el ceño
con gesto risueño
(como jalapeño)
cara de costeño
y sombrero norteño,
le clava la uña,
parece una cuña,
voltea y refunfuña
sobre la pezuña
de una vicuña
(es de Cataluña,
no de La Coruña).
Se sube al armiño
con que juega el niño
y se arregla el corpiño;
allá en el otoño
lleva a su retoño
y le pone su moño
(él se llama Toño
y es un chico ñoño).
Al final del año
sale por el caño
de en medio del baño,
se esconde en el paño
(como lo hacía antaño
por entre el rebaño)
se sube un peldaño
de mayor tamaño;
pero no hace daño,
como el ermitaño
de apellido "Nuño"
que aprieta su puño
desde su terruño
de papel de estaño.-
Eduardo Ritter Bonilla.