Triste, cabizbajo,
luces tu sotana.
Sentimientos prohibidos,
profanan tu vida.
Invaden tu alma.
Seducen tu mente.
Te hacen perder la razón.
Despiertan tus deseos mas íntimos,
frenéticos, apasionados.
Hoy, como todos los días.
Inmaculado, con tu credo y biblia en mano,
promulgas tu sermón.
Hablas de tu prójimo.
Disimulas entre plegarias y ruegos,
una mirada a tus fieles.
Y entre tantos en tu templo,
sólo puedes verla a ella.
Disipula, paraiso terrenal,
dueña de tu amor.
Te incita con su belleza,
con su mirada.
Con su sexo cálido.
Sacerdote, mensajero del Dios supremo.
Te entregas al pecado,
y tu cuerpo se funde irresistible.