Creo, mi Cielo, que ya no te amo con el corazón.
Una espesa niebla se te ha posado en el mar,
en tus claros ojos coral, en tu dulzura sin sal.
Pero espero amarte al menos con la razón.
Veo, mi azul sueño, que te has herido el corazón.
Ya nunca más alcanzará el gozo de tu pleamar,
a menos que tus aguas entiendan qué es adamar.
Pero te dejo el riego de mis versos sin pasión.
Tengo, mi duelo, en cuenta qué busca tu corazón:
Alegrías de risa fría, para así disipar
la pena que brotará otro día sin avisar…
Quizá tu ciego corazón tropiece con su adamor.