Mi Benteveo Carlitos

Recordando mi niñez, sin querer mis lágrimas
comienzan a rodar por mis mejillas y es que
junto a mi madre y mi hermana he pasado
tantos bellos momentos que el solo traerlos
a mi memoria, me llena de nostalgia de esos
hermosos tiempos vividos, completos de
inolvidables aventuras.
Recorriendo con mamá muchos lugares, donde
cada sitio, es una muy bonita evocación que
impregna de placer a mi espíritu soñador.
Ha pasado tanto ya, que cada historia parece hoy
apenas un instante en mi corazón.
Sin embargo dejó marcado en mi alma hazañas
magníficas, por eso mi reminiscencias del ayer
guardo con tanto amor.
Pero esta vez voy a contar cuando me encontré al
que iba a ser mi mejor amigo y compañero, mi
benteveo.
Ibamos con mamá al campo en su Jeep, cosa que
me encantaba, porque en caminos de tierra, mi
mami me dejaba manejar y solo tenía diez años,
pero alcanzaba al embrague, freno y acelelerador
con mis pies, como no había tránsito, no era peligroso
que aprendiera a manejar un ratito el Jeep.
Ese día mamá debía visitar a una familia en su estancia,
y nos dejó en el camino dentro de la propiedad, para que
juguemos con mi hermana en el campo y así evitó
nuestro aburrimiento de estar con gente grande
hablando de negocios.
De repente veo un gato que estaba por comerse
un pichoncito no se de que, porque era todo color
piel rosada y se ve que se había caído de su nido o
el pícaro gatito lo sacó de su nido, no lo se, lo que
si se, es que mi instinto hizo que corriera hacia el gato
y le pudiera sacar de su boca al pobre pajarito bebé.
Mi hermana decía: Totti dejá ese bicho que mamá se
va a enojar cuando regrese, pero yo no podía dejar
a ese pajarito solo, el gato se lo iba a comer.
A lo lejos escuchamos la bocina del Jeep que anunciaba
que mamá ya venía a recogernos y regresar al hotel
donde parábamos siempre que teníamos que viajar.
Yo estaba nerviosa, tenía miedo que mi mami me
hiciera dejar al pichoncito en el campo...solito.
Con mis ojos grandes y cara de susto esperé a ver
que reacción tendría mi madre; como me lo había
dicho mi hermana, mi mamá me preguntó: Totti, que
tienes escondido atrás en tus manos? enseguida y a la
defensiva, le respondí...nada, ella me dijo: a ver muestra
tu mano, entonces pase de mano al pichoncito y le
mostré una de mis manos, mi mamá moviendo la cabeza
me volvió a decir...vamos Totti, muéstrame las dos manos
juntas, ay! dije yo... fue cuando mi mamá pegó un grito
y me dijo...tirá esa cosa que asco.
Me puse a llorar como jamás lo había hecho y supliqué
a mi madre que me dejara tenerlo, que si lo tiraba se lo
iban a comer los gatos.
Mamá me notó con tanta angustia, que me dió la gamuza
amarilla del Jeep y me dijo...tapa esa cosa y subí de una vez al
auto. Contenta subí y cubrí a mi pajarito con el trapo que
me dió mi madre.
Por el camino de regreso al hotel, me venía diciendo, ahora
vamos a ver que te dice el dueño del hotel, Don Carlos, no te
va a dejar tenerlo.
Todo el viaje fui pensando con temor que Carlitos el dueño,
me iba a sacar con pájaro y todo afuera.
Al fin llegamos para mi desgracia y justo Carlitos estaba
en la puerta de entrada y me vió que algo traía, me
preguntó, que tienes ahí pequeña?
Fue cuando sinceramente y en defensa de mi pichoncito
le dije: Traigo un pajarito que casi se come un gato, pero
si usted es tan bueno y me deja cuidarlo, tendrá el honor
de que a mi pajarito le ponga su nombre...hacemos trato?
Le prometo que mi pichoncito se llamará Carlitos...si?
Don Carlitos no pudo más que reirse y me dejó entrar
con Carlitos mi pajarito.
Mi mamá que pensó que Don Carlos la iba a ayudar a que
dejara ese bicho (como ella le decía) al final sacó mal
sus cálculos, porque Don Carlos me dió permiso para
quedarme con mi Carlitos.
Nadie sabía que cosa era mi Carlitos, pues parecía un
huevo rosado de piel finita y un pico amarillo.
Pero el tiempo, mi paciencia y todo mi amor, fui criando
a mi pichón, de a poquito fueron saliendo sus primeras
plumitas y cada vez que le iba a dar de comer en el pico,
su grito era bien raro, pero no tan raro para la gente
de la zona, incluyendo a Don Carlos.
El hotel tenía una glorieta con asientos y ahí tomaba
sol con mi Carlitos.
Un día mi Carlitos comenzó a cantar y se acerco Don
Carlos y me dijo...Niña ese pájaro resultó ser un benteveo,
aqui nadie los quiere porque son muy dañinos; enseguida
salí en su defensa y le dije, pero mi Carlitos no va ser dañino
porque el es especial, es mi pajarito.
Don Carlos solo me advirtió que son aves salvajes y que
cuando Carlitos volara, se iba a ir porque ese era su instinto.
Esa temporada estuvo mi madre trabajando la zona
de estancias, mientras seguiamos en el hotel, pero cada
vez que saliamos con mamá, Carlitos se quedaba
en la habitación.
Y cuando estabamos de regreso... Carlitos chillaba
conociendo el motor del Jeep y comenzaba a cantar...
como si dijese: bicho feo, bicho feo, estaba feliz al
vernos otra vez y yo contenta de verlo a él tan alegre.
Entonces me bajaba del auto rápido y me iba a buscarlo,
ya Carlitos estaba con todo su plumaje marrón, pechito
amarillo, se había convertido en un hermoso pajarito.
Se subía a mi hombro y saliamos a caminar, todos me
decían que se me iba a escapar, pero Carlitos nunca
se iba, era feliz conmigo y yo con él.
Así vivimos mucho tiempo con Carlitos,  y mi madre,
la más enamorada de Carlitos.
La historia sigue...sería muy larga, pero contar mi
aventura con Carlitos, sirve para aquellos padres que
a veces no dejan que sus hijos protejan la naturaleza.
Porque en el alma de los niños existe un ángel que les
da un poder especial para realizar pequeños milagros,
como yo, cuando fui pequeña y salvé la vida de Carlitos.
Mi benteveo Carlitos que aún llevo en mi corazón.

 

Lina
Lagodecristalesazules
05/05/2017
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