Así fue el desenlace de mi gran amor.
Apenada ella clamaba mi presencia,
con voz queda pedía con insistencia,
dame tu mano, no te aleje por favor.
De apoco se fue apagando su dulce voz,
mirándome fijo dijo; ya no te puedo ver,
siguió mirándome, ya sin padecer.
Se trasladó en mí el dolor, el dolor atroz.
Desde la montaña dije; Dios; ya no castigue.
Con la nevada se cuajó mi lágrima,
despojado de ropa subí hasta la cima,
mi cuerpo desnudo a la nieve entregue.
Sobreviví para recopilar nuestros pasados.
desde que ella se fue cual ángel de mi abrazo,
como antes ya no podré acunar en mi regazo,
ahora se acuna en mí los días desesperanzados.
Autor: Alcibíades Noceda Medina