De mi nombre no debes acordarte. Es sencillo,
pero en tu boca siempre pareció un nombre extraño,
y en el desván de tu alma debe ser sólo una huella
que está en el olvido con el correr de los años.
Tu tristeza de entonces solamente ansiaba
embriagar tus ojos en otras lejanías,
y un día sin saber lo que en verdad buscabas
fundiste en tus ansias, las inquietudes mías.
Fue en un puerto lejano, las nieblas matinales
me empaparon los ojos con lágrimas de cielo
el río dio a tus días azules madrigales
y dormiste con la noche abrazado a tu anhelo.
Después, en el embrujo de una tarde cualquiera
me encontré caminando cogida de tu mano,
bebiste de mi boca , la brisa tempranera
en el muelle tranquilo de ese puerto lejano.
Fue así como en mi vida, ancló tu barco errante
durmiéndose en la playa que antes fuera mía,
bajo el murmullo estridente, me abrasé en un instante
en la hoguera del beso que en mi boca encendías.
Y una tarde de pronto, así como mi llegada
te deje en solitario con tu carga de anhelos
no sé por que lo hice, talvez me reclamara
la brisa de otras playas o el azul de otros cielos.
De tu cara adusta alguna noche me acuerdo
y sé que aquel Verano, nunca has de olvidar
en el puerto de tu alma se quedó mi recuerdo
como un barco sin velas que se niega a zarpar.