Cuando quise suicidarme salí a comprar una soga,
y mientras más caminaba no encontraba en ningún lado a un revendón callejero.
Yo seguía caminando y pensaba por momentos;
¡Caramba! yo no soy Judas Pa' morir como un traidor
y ser juguete del viento.
Mas así en mi caminar iba observando las ramas
de los árboles ás altos.
No dudaba ni un instante,y las ramas preferidas
para amarrarme del cuello;me daba cuenta enseguida,
que ya estaban tan podridas que no aguantaban la soga
y mucho menos mo peso.
Así pensativo anduve y vagando a paso lento,
con mi mente confundida y mi crazón latiéndo,
como late el de los cerdos;cuando ven al carnicero,
el cuchillo, el matadero.
A mi algo me empujaba y aumentaba mi tormento,
y acelerando mis pasos continué por largo trecho.
La indecisión que sentía me abarcaba en sentimiento
y en mis adentros crecía, una gran melancolía
por el mundo de los muertos.
-¿Me guindo o no me guindo?- ¿Me suicido o me arrepiento?-
en fin me embargó la pena, y como loco rabioso se me apoderó un lamento.
Pero así amigos mios miren como son las cosas,
y aunque parezca mentira todo mi relato es cierto.
Al cabo de un largo rato,
cansado, sediento, hambriento,
me senté bajo un bambu buscando a reflexionar.
Y allí yo pude observar pasando cerca de mi
a una hembra escultural,
con unas asentaderas y dos pechotes inmensos.
Y ésta fue mi reflexión,
¡Pa' que carajo estar muerto!
que me maten las mujeres, que así moriré contento.