Boga el hambre en las pateras
por las brumas del estrecho,
la muerte la sigue al paso,
la muerte espera al acecho.
Se aprietan en los kayucos
los prisioneros del miedo
luchando contras las garras
de un mar que se mece en negro.
Son los luceros, de noche,
mortaja para los muertos,
se abren las aguas en tumba
con sus rumores siniestros
y engullen las esperanzas,
las ilusiones y cuerpos
de la miseria que viene
en busca de nuestro suelo.
Van quedando a la deriva
en húmedo cementerio
y arrastrados por las olas
arribarán a su puerto
descolgados de la vida,
morados, desnudos, muertos.
Es el precio de un futuro
que no existe para negros.
Y los que llegan encuentran
como se mueren sus sueños,
no es la tierra prometida
que las mafias les vendieron
y en sus ojos se desgarran
los rasgos del desespero,
y se rompen sus quimeras
a los ojos del desprecio.
Y aunque el cinismo lo niegue
la xenofobia es un hecho
Europa es solo de blancos
y Africa solo de negros.