A mi divagar no hallaba asidero.
Al quererme, paz interna me llegó,
mi errabundo corazón se entrego
al escuchar de tus labios te quiero.
El impacto en amar fue certero,
empecé a necesitarte como un ciego.
En tus abrazos encuentro sosiego,
de rodar por el mundo me libero.
Serenamente me paso cantando,
la vida en la deriva queda olvidada,
vivo en paz en la luz de tu mirada.
Cobré valor contigo caminando,
que sea siempre, a Dios se lo ruego.
Él y tú, es mi salvación no lo niego.
Autor: Alcibíades Noceda Medina