Incesante, recalcitrante, congelante e intempestivo
Invierno que envuelve mi corazón. Sopla, retumba, danza
En los rincones más recónditos de mi mente, en los
Lúgubres y oscuros laberintos de mi alma, que lucen
Inhóspitos y enmalezados, deteriorados ante su abandono,
Ante su dolorosa ausencia.
Mojado, dolorido, y derrotado, trate de cubrirme
Con su recuerdo, con las imágenes del pasado, con las sonrisas
Almacenadas en mi memoria, con los despojos de su sombra,
Que aún se escurre y merodea en el vaivén de las cortinas
Con los gélidos vientos de la tarde.
Aferrado, hipnotizado con el espeso humo de un agonizante
Cigarrillo, engaño un poco la ansiedad, el dolor que
Causa la sensación de las guerras perdidas, el sentimiento
De ira, de frustración que llega con cada despedida, con
Cada media vuelta en silencio que da un alma que depuso
Sus armas, que simplemente sucumbió ante lo imposible.
Y es que no hay peor invierno que aquel que llueve en el corazón,
Que se cala en los huesos y penetra en la soledad de la cama.
No hay peor invierno que el que se perpetua en los labios,
Que congela palabras y detiene versos de poesías perdidas,
sin tiempo y sin sentido.
La lluvia, las tardes grises y la neblina nocturna
Amenazan con borrar el recuerdo de su ´presencia,
Con silenciar el eco de su voz que aun retumba en mi cabeza,
En mi mente y en mis más lejanos recuerdos.