Que he hecho,
¿Acaso merezco este castigo?
Sumido en mí soledad pesaba exasperado.
De repente se desliza una carta,
Sin cuidado por de bajo de la puerta,
(sin ruido en el postigo).
Primero pensé, es unas cartas más,
o sea de servicio.
Ya entres mis manos encontré tu nombre.
Mi corazón galopa por asombro,
o por costumbre
tiemblan mis manos
ya quiere sacarme del sacrificio.
Tantas veces pronuncie tu nombre
y ahora en la carta,
hablamos por fono,
nos comunicamos por E-mail también,
pero en ésta carta queda plasmada
y lo sé muy bien; solo suplicas el perdón,
sin ninguna otra propuesta.
Si no has pecado,
siempre tendrás indulgencia.
Yo pregunto;
¿por qué el fastidio con tantas insistencia?