Y ví tus palabras
que no eran mías.
Y sentí tu dolor
todavía anidado en tu alma.
Cuánto la amaste!
Cuánto dejaste en pos de ella,
hasta lo más querido,
hasta a la que tu vida ocupaba.
Y seguí leyendo a hurtadillas,
como un ladrón,
tus dolorosas palabras,
mientras las lágrimas
bañaban mis mejillas
al ir descubriendo
la razón de tu vida.
Cuánto la amaste
y cuánto la amas todavía.
Vives para ella,
esperas por ella,
sin importar el dolor
que aún lacera tu alma.
Y recordé tus poemas,
los que creí eran míos
y que ese día descubrí
eran para ella.
Quise gritar,
deshacer el nudo
que mi garganta oprimía.
Quise dejar de leer tus lamentos
que tanto daño me hacían.
Y apareciste de pronto
con tu sonrisa ajena,
me acarició tu mirada
y enterré en mi corazón la pena.
Sonreí a tu sonrisa
contestando en un susurro
a tu interrogante mirada:
"no te preocupes mi amor, no es nada"
y escondí mis lágrimas