Me casaré contigo. Te amaré sin medida.
Serás como mi fuente de inspiración constante,
mi sol, mi luz, mi estrella, mi joya, mi diamante,
mi reina, mi alegría, mi corazón, mi vida.
Mis ojos solamente te mirarán a ti
y tu voz mis oídos por siempre escucharán.
Mis labios a los tuyos prendidos quedarán.
Sólo una cosa falta: que me digas que sí.
Si te casas conmigo, todo lo que poseo:
mi casa, mis terrenos -pero sin escrituras...-
mi huerto, sus frutales y todas sus verduras,
mis horas de trabajo, mis meses de recreo,
mi yate, ya te digo. No pienses que te engaño.
Yo mismo seré tuyo con todos mis cabellos
y con mis animales, caballos y camellos,
mis pozos petroleros y una mina de estaño.
Un islote pequeño en pleno mar adriático,
una granja de cerdos que rozan los trecientos.
Y todo será tuyo como mis sentimientos,
cuatrocientas doncellas y hasta un criado lunático.
¡Ah, pero si me fallas, si de pronto me sales
con que ya no me quieres y con otro te vas,
de una vez te lo digo: no te lo acabarás;
te me vas a la calle, porque ya nada vales.
Mandaré que te encierren en oscura mazmorra,
que te saquen los ojos y te corten el pelo
para que nunca puedas contemplar más el cielo
por traidora y malévola y por tonta y por zorra.
Con dolor en el alma pediré que te encierren
con dos mil escorpiones y cincuenta serpientes
de las más venenosas. Que te saquen los dientes
y que no te amortajen y que nunca te entierren.
Será tanta la rabia y el dolor que yo sienta
que veré cómo llegan las aves de rapiña
a tragar tu cadáver sin que nadie les riña
hasta que te devoren y que laven tu afrenta.
Quedaré tan dolido que me iré de ermitaño
a llorar tus infamias y mi malaventura,
a escribir unos versos de frustrada ternura
y a sufrir para siempre tu traición y tu engaño.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC