Hay paños tibios y sanadores
en el hueco claro de tu alma.
Hay una extensa pradera al contorno
de tu cintura que aún no he andado.
Soy escalador de tus peldaños,
del borde turgente del pináculo de tus cimas,
a la tierna aurora del vientre.
Hay una tenaz osadía en la distancia de tus ojos, y
un goteo de rocío, almendro y bellota,
por tu frente amplia derramado.
¡ Hay en ti una mirada que empaña ¡
Lacera, socava y duele. duele con dolor
de espina en la frente de un Nazareno.
Un oculto placer al mirarte, y hambre.
hambre que se enreda en las sienes.
En los umbrales de tu boca,
una grieta de luz fulgura,
y finge en apariencia la lejanía.
De tus labios a los míos la distancia se acorta,
cuando la sed se enciende. Y emerge
con rugido felino y uñas afiladas en daga,
el ansia de tu mapa labial,
en la tierra de los besos elásticos.
Hay en ti un mágico Midas,
trocador de oro por penas, sepulturera de mis males,
soñadora de mis ocasos, compañera de un destino.
Hay en ti un cántaro de vida donde flota en altamar.
mi barca de corsario sacudida en la tormenta.
No hay mas puertos en que anclar mi nave
que al abrigo acogedor de tu abrazo, en el calmo lago, con tu aliento arrío mis velas,
viro mi nave, y la brújula marca un sendero.
¡ Un inmenso muelle donde fondear mis anclas ¡
Un puerto llamado VERÓNICA.