¿Cómo podría haber sabido,
ya muchos años atrás,
que hasta el sur del continente,
rodeada por otra gente,
vivía la mujer querida
que me destinaba la vida
y que no olvidaría jamás?
Nunca pude imaginarlo,
ni siquiera sospecharlo
y, si alguien me lo hubiera dicho,
no se lo hubiera creído.
Un amor tan escondido
entre las brumas del pasado,
del que estoy más que asombrado
por la forma en que ha venido.
Si examino con cuidado
la suma de coincidencias
que han logrado hacer posible
el prodigio de este amor,
quedo mudo y admirado;
no podríamos, cielo amado,
aún habiéndolo planeado,
lograr un triunfo mejor.
El habernos conocido
es poco menos que un milagro,
no así el habernos querido,
eso ya fue natural,
inevitable y grandioso;
nuestro Amor es ¡tan hermoso,
tan fuerte y maravilloso,
un Amor puro, inmortal!
Desde siempre estaba escrito
que llegara a coincidir
nuestro destino en el tiempo
y tomó sólo un momento
para que este sentimiento
se enraizara por completo
en nuestro mutuo entendimiento.
Hoy la vida no es posible
(en ninguno de los dos)
sin esta fuerza invisible
que, con poder invencible,
ha enlazado nuestras vidas
en una forma increíble,
sin jamás decir adiós.-
Eduardo Ritter Bonilla.
Lunes 14 de Septiembre del 2009.