Muy sigilosamente,
traté de abrir la puerta;
su sueño tan ligero
no quise perturbar,
de puntitas entré,
procuré no hacer ruido
pues yo sabía sin duda
lo que podía pasar.
No quería que me viera,
ni que cuenta se diera
que ahora voy entrando
no quiero molestar,
y temblando con miedo,
me quise deslizar.
Pero que mala suerte!
la puerta se ha cerrado
y como loco despierta
Dios mío! me descubrió.
Se me lanza furioso
me quedé congelada
mas, milagrosamente,
lo logré detener.
Mañana, ya con calma
a mi esposo hablaré,
ya no lo quiero en casa
creo, que lo echaré.
Ese perro maldito
un día, me ha de morder
o se lo dá a un amigo,
o un día me vá a comer.