Una voz requiebra la niebla del habla
En un sendero por donde danza la muerte
Entre la pena y el silencio.
Te acompaña la inmortal luz
En tu breas de fuego
Como el resorte del callado lamento,
Como esas acaricias que inundan este mar,
Fondo oscuro, agua profunda.
Vengo donde el aura se quiebra
Cabeza abajo en inerte coral,
Y cuando llegue, desnudo,
A la orilla de unos gramos de arena
Y convierta la playa
En castillos que protegen los dedos
Del sol y su lamento;
Viajaré por el firmamento azul
Por dentro de los sueños
En las borrascosas y tardías
Dunas del ciego océano.
En las veladas, hablo de vosotros,
Unos fuman, otros
Enlazan canciones y besos robados;
Después, el mar y el cuerpo
Queda borrado sobre el negro
Que se extiende en el olvido.
Y pronto, un mendigo soplo,
Tumba los párpados
Donde el eco no responde,
Arando el habla
En las noche de ciclones
Y cenizas bajo el manto de piedras
Y ruinas que su dolor esconde.
Mar adentro, allá donde el beso
Presagia la hoz de una tormenta,
La huella de un relámpago.
Allá en la colina de las nubes
Donde un trueno yace
En los acantilados del cuerpo
Y abraza la sangre y los huesos.
Y siempre, quieto, en la muerte,
Enredado mar adentro
Con las letrasde tu boca.
Mustio en el dulce olvido,
Borrando los pies al pasar.
En esta llanura de astas
Y sangrienta sepultura, mar adentro.
Vengo de hablar con el mar
De robar el palpito
Sobre los mundos que calcárea
Y palpita contra las rocas.
El mundo, el lejano universo,
Tan lejos, en las entrañas de la voz
Gimiendo la furia de la ira.
Acallo la honra que hiere
Las lágrimas interminables
De una tarde triste.
Y asiento el horror contra el peñasco
Y el milenario cuerpo por las costas
Rodeado de viejos musgos
Y hogueras que queman el óxido
De unas cuantas sombras
Que nacieron como gérmenes
Y tiñeron el cielo
De una escarcha rojiza
Corriendo en el un río
Sin orillas y desembocaduras.
La tierra calla, sin morir,
Choca contra la roca
Que se esconde tras los luceros,
Bajo los planetas
Abriendo el camino al alba.
Allá donde el mar acaba
Y el agua mancha la sangre
Imaginando las olas de un cadáver
Que flota entre dos océanos.
Y entrego la vida, entre la muerte
Y el cadáver del silencio,
Enseñando las heridas
Que arrebatan la sangre;
El reflejo fijo y muy lento
De lo que parece un sueño.
Y dejo que corra por las venas
La ultima balada de humo
Que proviene de tu boca,
Y luego, me adentraré en este mar
Y entregaré la lluvia
Borraré los secretos del cuerpo
En los destellos de lo que aún nace.
Mas abajo, una voz requiebra,
Fondo oscuro, agua profunda.