Frágil Jazmín, guardado en pétalos,
despierta y guíate por el deseo:
que mis manos desnuden tu estruendo
y mis besos tomen tu cuerpo.
Que el vapor pruebe tus senos,
tan suaves como aquellos sueños,
donde me deleitaba con tu cuello.
La húmedad acaricia tus piernas,
sube suave por tus caderas,
saborea aquellas duelas.
Gotas comienzan a impregnarte,
mientras, el sentimiento gusta de arquearte,
tornando tus labios a un amante
y a un goce que quema por tocarte.
Como marea, el roce empuja a tu interior.
Con cada caricia eleva tu amor,
sube tu abdomen en su esplendor
y brillan tus senos en calor.
Por atracción la marea se incrementa,
tus piernas descansan en mi cuesta:
tus pies sobre mi dorso quedan
y el ritmo de choque sólo aumenta.
Y yo sólo puedo probar
y suavizar cada sentido de tu pensar:
sumergirme en su rojo acariciar.
Sello mis labios en tu marca de mujer,
y giro tu cuerpo de dulce miel;
termina tu espalda mostrada a mi ser,
pero tu dorso, en mis manos debe permanecer.
Caricias mueven vibraciones
causando en ti sensaciones,
que concuerdan en tus pasiones
y terminan en tus canciones.
Y mis manos acercan tu dorso,
y mis besos moldean tu cuello,
y mis caricias cubren tu cuerpo;
todo con un constante movimiento.
En tu morena figura se dibujan cristales,
que son cómplices de amantes
y deseos personales.
Por tu boca escapan múltiples sonidos,
ya en tu cuerpo se siente el destino,
que cambiará del suave gémido
al eco enternecido.
Sin embargo, la marea ahora es tormenta:
más fuerte y profundo masajea,
pero ama todo tu belleza
y lo sútil de tu fuerza.
El tiempo nos ha tomado
y el ruido nos ha tocado:
de tu boca emerge el eco resonante,
aquella sensación electrificante
que llena tu cuerpo en un instante.
Y los respiros se detienen
y nuestros cuerpos lo sienten:
ahora el tiempo no nos tiene,
estamos hasta que las pasiones sueñen.