No entendía mi infancia, cuan patito feo me sentía. No comprendía mi adolescencia, cuan cenicienta parecía. Leer me gustaba, libros bajo el colchón escondía, pues nadie entendía, todo lo que me transmitía. Catorce años y dieciséis días, y un trabajo tenía, más mi empeño ponía, en trabajar de día, y de noche, estudiar quería. -¡qué necesidad de estudiar! – me decían. Y así mi rebeldía subía, día tras día. ¿Cómo me sentía?, desorientada y pérdida, sin apoyo, sin apreciar mi valía. Y el amor llamó a mi puerta, al menos eso creía, ocho años de novia, y casada me veía. Más con el tiempo cuestionaba, si realmente le quería, o era la salvación a una tiranía. En qué hora tonta nací, en qué hora canónica me unía, si ya me habían robado mi vida, mis emociones, mis pensamientos, mi valía. Sin saberlo, era esclava de por vida. La manipulación estaba servida. El no puedes, no debes, lo tatuaron en mi corazón, aún sin saber, que eso, me mataría. Mi autoestima y el dominio sobre mi vida, el mar se las llevó, con mis lágrimas un día. Ana J.