Espigas doradas cubrían los campos,
su fragancia exquisita llevaba el viento,
deslizaba mi mano sintiendo su contacto.
Nubes negras cargadas de lluvia y truenos,
alimentaban las zanjas que como venas
se iban desplazando lento por la llanura
hasta alcanzar el río que va a la espesura,
el crepúsculo rojo, de rojo todo lo llenas.
Apacibles los gansos en el agua en hileras
zambullían los cuellos y agitaban las alas,
en tanto yo, contaba los días esperando volvieras,
temo perderte por tenerte tan lejos y a solas
sin recibir caricias que en las noches gozaras,
inculcaron principios para que volaras sin alas.