Ya no hay más que decir, otoño se ha dado la fuga y las primaveras nunca se me dieron bien, he olvidado incluso, cómo escribir para mi, cómo desgranar los temores, las dudas y las aspiraciones.
Ahora soy un ser sin vida propia que vaga tratando de llenar espacios ajenos a base de sonrisas sacadas del estómago.
Ahora me mecen los hilos de la desesperanza,
las raíces las siento cortadas,
no sé nada salvo lo que me grita la intuición,
que me he salido del camino que lleva a mi humanidad, planeando formas inequívocas de hacer las cosas se ha ido tejiendo mi vida, y a estas alturas de la transformación supina lo único que siento es que hay más espacio que antes y no sé con qué lo quiero rellenar.
Ahora todo está tan definido, que me doy cuenta de que apenas he intervenido en mi propia existencia, me quema esa idea, me enfrenta a mi misma el pensar que, de tanto cuidar, he acabado vagando en un fondo sin mar… y a solas…como si ya no aspirara a reconciliarme con mi propia especie.
Ahora…no sé cómo retroceder ni por qué supone un
esfuerzo volver a creer.
no tengo las riendas de nada, como creía, ahora sé que soy más escéptica, intolerante y desconfiada, de lo que creía.
Son demasiadas veces las que la inmortalidad y la inestabilidad se me olvidan.