Mucho gusto... es un placer.

He escuchado de lenguas gitanas

y entre aquellas tierras artesanas:

que tu nombre lo llevan como patria,

tu vestido como una pulcra bandera

y las recordadas historias de tus manos

cual para ellos son un par de fronteras.

¿Y tú, me conoces? ¿me has visto antes?

Pues, en mi vida, tú no eres extraña;

conozco de ti, los más dormidos ensueños

que se transmutan a tristezas en tu alma,

tus llanuras y valles de mil bruñidos colores

habitando en tus lóbregos pensamientos;

yo conozco tus andanzas y tus amores,

tus ricas fragancias y tus sentidos dolores,

y hasta de las noches en que tu divino sexo

necesita con urgencia de placenteros calores.

¿Y ahora, me conoces? ¿sabes de mí?

¿de mis artes más sinceras entre tu arte,

de mis plenilunios sobre tus andes,

de mis cantatas nocturnas para tu nombre

y de mis incansables aves para tu éter?

¿no? ¿no me conoces? ¿segura?

Pues, mucho gusto… es un placer:

yo vengo de tierras humildes y cercanas

a las grandes brechas de tu alma,

de paisajes fúnebres y frías alboradas,

de tus campos muertos con errantes esperanzas.

Vengo, amor mío, de aquellas florestas

donde se han suicidado tus amorosas ideas;

allá, donde los robustos árboles tiritaron

hasta morir poco a poco por tu ausencia.

Yo, soy de esos lugares y de todos ellos vengo

para llenar tu alma de completas alegrías,

y para estrujar en todo mi pecho…

todas tus tristes agonías.