Me encanta hablar de ti y hablar contigo
y que hables tú de mí, también me encanta.
Lo sé porque si callas se me espanta
la sed, el hambre, el sueño. No consigo
estar en paz, vivir, sentir tu abrigo.
Es tanta mi inquietud, mi pena es tanta,
que en esa situación no me levanta
ni el abrazo sincero del amigo.
Tú me has acostumbrado a ser el trigo
arropado a placer en tus espigas,
la simiente fecunda de tu campo.
Es por eso, mi amor, que te bendigo
y le pido a mi Dios que me bendigas
al contacto sublime de su lampo...
Heriberto Bravo Bravo SS.CC