Hacen las olas sus rondas felices,
son melodías tan suaves que calman,
blancas espumas se bañan en paz.
En las colinas las flores esperan,
con su perfume de lilas fragantes,
las mueve el viento con suave gemir.
De las estrellas que cruzan el mar,
a las arenas del fuego que abrasa,
en la fogata Jesús se aparece.
Entre las sombras su rostro descubre,
brillos plateados reflejan su luz,
indefinible es su esencia divina.
Entonces besa las almas que sueñan,
con un soplido de Dios-creador,
y a la ribera ilumina de amor.
Lupercio de Providencia