Encarnizado, lanza sus rojas lenguas el averno
atravesando piel y carne, …mi cuerpo
sabedor de fuegos, quema hasta la sangre,
y se regodea de su siniestro juego.
Son tan rojos los despojos, como el mismo ego,
como roja la pasión y los besos,
y el rojo que traspasa mis deseos.
Hasta el alma tiznada tengo,
de los ojos que me vieron por dentro,
y se consumen mis venas, en el mismísimo infierno.
Y en un último reflejo
en las manos de Dios me encomiendo
por que en el creo, porque me parió su luz,
porque Cristo cargó la cruz, por mis carnales deseos
Y EN UNA SIMPLE PLEGARIA, LE RUEGO
PARA QUE HAGA DE ESTE AMOR, ¡EL ETERNO!
¡Llévame de tu mano!, déjame caminar sus pasos,
Deja cumplir mis anhelos,
deja que la cubra como cubrieron al hijo
¡en un manto de caricias y de besos!
Y sácame de este infierno
Edgardo Ruiz Beldarrain
29-09-09