Un hombre solo contempla su abismo
pavor abisal corre por sus venas.
No sabe hacer nada, no ríe, no canta,
no habla, no sonríe, no piensa, no calla.
Atrás quedan cincuenta años de nada
atrás quedan millones de palabras
y miriadas de miradas y pensamientos
que se fueron al agua.
Un hombre solo es un dios o una bestia,
sombra soberbia en lejano paisaje
-se diría que lleva el cielo en los hombros-
estibando a cada paso un alma pesada.
Su cuerpo inclinado en el vasto desierto
oscura sombra proyecta diminuta
que infalible le sigue allá donde fuera.
Su carga infinita bajo el sol reluce
cubierta de polvo y de sogas podridas.
Ya las correas han abierto heridas
y los zapatos ampollas henchidas
mientras la espalda cruje, dolorida.
Un hombre solo contempla su abismo
y tras la negrura el otro lado ve.
Tan solo un pequeño salto media
pero es infinito para quien no tiene piernas.
Tan solo un mínimo vuelo falta
pero es infinito para quien no tiene alas.
Un hombre solo solloza en silencio
al sentir de sus ojos dolorosas lágrimas
precipitarse, dibujarse, perderse,
deshacerse sin huella en el suelo caliente.