Busqué esconderme en tus pupilas,
o reflejarme simplemente en ellas.
Bajé los párpados para así,
desterrar espejismos en la tarde.
Volaron los sonidos armoniosos,
sonando y resonando en mis oídos,
como susurra sutil el viento,
en el canto melodioso de la aurora.
Sentí embargar mi alma,
con aromas de jardín salvaje,
y me dió tu cuerpo pleno,
fragancias de tu piel dorada.
En el suave terciopelo de tu piel,
ardieron mis manos rudas,
y solté mis dedos en el viaje,
hacia el agreste territorio de tu ser.
Travesía que emprendieron mis sentidos,
en la búsqueda de ese ansiado territorio,
para tomar la manzana de tu huerto,
y beber en el río de tu sangre.