A lo lejos se oye el trinar de un ave cantar, y el susurro del mar se hace cómplice para romper el silencio que desata una gran tempestad que me hace vibrar. Suspiros y agonías que se vuelcan sobre las tinieblas, nubarrones que se arremolinan en mí pensar que me hacen recordar, que hoy no estas. Mas aun así se hace presente tu existencia como dulce melodía que recorre lentamente por mis venas, éxtasis de una pena que solo se encuentra en la locura de amar. Y en la enajenación que me produce el sabor del recuerdo mi corazón te añora latiendo sin cesar.
Y en alas de la fantasía que me produce el sentimiento escucho un triste lamento de aquellas promesas que de tu voz por mí fueron oídas. Y presa de ese embriagante momento de ilusiones, se conmociono mí ser y sentí que me enamoraba sabiendo que me mentías. Y nació de mi interior esa energía de vivir, de reír y cantar solo esperando el momento, de podernos amar. Y aunque el tiempo se empecinó y me hizo mas larga la espera, no hubo un momento siquiera donde no te dejé de pensar, aun sabiendo que no estarías y que sería una odisea mi vida, estuve aquí impaciente y de ti sedienta.
Hoy, cuando todo parece retroceder en el tiempo, cuando pensé que las heridas estaban selladas, emanan como cascadas las quimeras a través de las cicatrices que quedaron plasmadas como recuerdo de aquellos días. Y una lenta melancolía retumba en mis oídos, eco persistente, cruel sentencia recordándome, que el olvido aun no llega.