La selva, oscura, puril, arrebatada, donde los seres pertenecientes
a las irrealidades virtuales, socavan y manchan a los buenos ejemplos
de la pluma indómita.
La selva, esa que conozco de pequeño, de la que me hablaba
mi padre, la selva, el instrumento de animales vestidos
de bestias arteras que despluman halos de sangre
en las inofensivas víctimas de algún que otro holocausto,
procede mi sedición revolucionaria, mancilla mi guerrilla
austera de sabias inocentes, corrompe el ostracismos
de los juglares vivos en la pluma de la palabra...
La selva... no puede obstruirte, mi pequeña escribiente,
que me deleitas día a día, con los versos mas dulces
que jamás me hayan escrito, evade a los impertinentes,
ven a mi lado que allí...escribiremos nuestras noches de amor
y de placeres.