desayuno de la dama

Una mañana de primavera bonita y soleada

de regio aspecto muy emperifollada

una dama bien compuesta se encontraba 

sentada en una mesa de terraza

que plácida el disfrutar deseaba

de un ligero y delicioso desayuno. 

Jugoso, un zumo de naranja 

sabroso, un tierno croissant recién tostado

de mantequilla y mermelada bien untado, 

un café no muy cargado con su leche desnatada,

su sobre de sacarina y un par de madalenas.

Unos niños que allí jugaban 

con sus gritos y alborozos

a la mujer molestaban, 

ni que decir las palomas

que a su alrededor danzaban 

y en espantar se ocupaba,

algún que otro pajarillo 

muy osado sobre la mesa saltaba 

piando sin parar batía sus alas

a la espera de comerse las migajas

que de entre los dedos perdía.

Refunfuñaba, molesta se le notaba,

los niños y aquellas aves, 

de su quicio la sacaban, 

sin descanso sacudía 

manotazos y aspavientos

a las moscas atraídas 

al olor de la melaza,

de lo mas alterada

la señora se mostraba. 

Los niños impertinentes se fueron

se marcharon también los alados, 

la mujer se sintió aliviada.

Mas al emprender el vuelo 

la paloma soltó lastre

y quiso el infortunio 

que aquel bagaje soltado

fuera a dar precisamente

en la mismísima punta 

del periscopio prominente

y un tanto indiscreto 

que lucia la interfecta 

en tan distinguida cara.

Su nariz mal encarada 

pero muy bien empolvada

rauda procedió a limpiar 

entre palabras soeces,

groseras y mal sonantes

con fino pañuelo de hilo.

Discretamente se oyeron 

mas de una carcajada,

ante tal desfachatez 

descompuesta y enojada,

colorada de coraje 

se marchaba la a señora 

mientras dejaba tras ella 

inmensa estela de ira

y un rosario de improperios

que de su boca salía.

MG 29-05-2016