Cuánto me arrepiento de no haber sido atrevido y rudo,
Para salvarte de lo perverso,
Donde te descubrí iluminada con estremecidos relámpagos,
En las oscuras noches de tormenta que misericordioso.
No te habías revelado frente a Dios.
¡Ah vida!, ¿qué ansia terrible me seduce?
Muchacha lasciva, ¿de qué manera tan seductora,
Andas deambulando y te escondes?
Llevaba tú vestido como todas las mujeres:
Cuánto me arrepiento de no haberte besado aquella noche,
Cuando apagabas el cigarro usando mi corazón por cenicero.
Entonces no te habías decidido a aumentar con silicona tus senos,
No usabas minifalda, no sabías caminar con tacones,
Todavía no eras adicta a andar exhibiéndote por las calles.
No te internabas con cualquiera en las discotecas,
No andabas de la mano de cualquier postor por los bulevares.
El modo en que amarías a los consumidores, ignorábamos.
Cuánto de fatídico te podía llegar a conmover.
Aquella tarde en el bar.
No pude intuir la mujer que ahora eres,
La fiera que deja correr sus uñas.
Surcando la espalda de otros hombres.
Qué fácil hubiese sido morderte un labio,
Hacerte sangrar todo el invierno,
Después de recorrerte la nuca.
Si hubiera tenido a bien despeinar tu adolescencia,
Pero fui discreto, demasiado cuidadoso,
No atiné a rasgarte el vestido, no me atreví.
Podía haber visto cómo llorabas por mí.
¿Qué no pudiera haber sido yo el viento,
para acompañarle en su canto?
A hacerte sudar su fragilidad campesina.
Copyright © 2009 Ramiro Álvarez C
12-27-09