Gracias por este corto tiempo
que ha superado expectativas retrógradas.
Por ratos extraños, horas marcadas,
que han venido a ser como
gotas de lluvia, refrescantes, contadas.
Gracias por haberme regalado,
lejos de haber quitado,
descubrimientos nuevos,
renovados pasatiempos,
miradas en introspección,
como hace poco,
no provocarían ninguna emoción.
Gracias por hacerme creer en la verdad,
con sus imperfecciones e ironías,
mezclada algunas veces con mentiras,
por hacer ver el reflejo,
en ese espejo polvoriento
y escondido de mi vida.
Gracias, único ser cautivante,
que ha cabalgado los laberintos
secretos de mi vida,
colocando tu bandera de victoria,
su público estandarte,
cual figura literaria,
cual determinado caballero andante.
Gracias por las nuevas noches de desvelos,
pues las de antes
solo eran producto de tristezas y lamentos,
y cambiaste las agonías por hermosa alegoría,
por cálida compañía
que llenaría de hálito mis días.
Gracias extraño ser,
dudoso y desconfiado,
de alma pura,
de silencio castigador en los labios,
de mirada limpia,
de abrazos celosamente guardados,
de pecados ocultos ya perdonados.
¡Gracias¡
Y por todo lo antes mencionado, mis labios, mis dedos y mi alma
“Siempre” dirán,
que lamento anunciarte,
confirmarte, confesarte
que de mi pobre vida,
“Nunca” te irás.
Y sé que tal vez
en tu vida, ni “Un quizás” habrá,
mucho menos un “Siempre”,
podrá resonar
para darle un poco de vida a este,
mi agonizante palpitar.